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La reina póstuma, Inés de Castro (1320-1355)


Wikimedia Commons

Realidad y leyenda se entremezclan en la vida de Inés de Castro, una joven que nació de los amores ilegítimos de su padre y se convirtió en reina de Portugal después de su muerte.

En la corte de Don Juan Manuel
Inés de Castro nació probablemente en 1320 en la comarca gallega de A Limia. Era hija natural de don Pedro Fernández de Castro, primer Señor jurisdiccional de Monforte de Lemos y nieto del rey Sancho IV el Bravo, y Aldonza Soares de Valladares, dama de origen portugués.

Inés vivió su infancia en la palacio del duque de Peñafiel y marqués de Villena, don Juan Manuel. En la corte del infante poeta, la joven estuvo en contacto con poetas y artistas que facilitaron a lnés una formación intelectual.

Pronto trabó una estrecha amistad con la hija del duque y prima suya, Constanza Manuel, por lo que fue elegida por ésta como dama de compañía en su viaje a Portugal donde debería casarse con el infante Pedro, hijo del rey portugués Alfonso IV el Bravo.

Pasión inmediata
En cuanto Pedro estuvo delante de la comitiva castellana, el heredero no se fijó en su prometida sino en Inés. El amor y la pasión entre los dos jóvenes fue inmediata. Así, los primeros años de matrimonio, Pedro mantuvo su relación con Inés mientras su legítima esposa asumía la situación con poca resignación.

Pedro tuvo cuatro hijos de Inés, quien se había instalado en Coimbra. Sólo uno de Constanza, Fernando, en cuyo parto se dejó la vida en 1345.

Esposa secreta
Mientras el rey portugués Alfonso IV aunaba esfuerzos para afianzar el futuro de su linaje en la figura de su nieto, el enfermizo Fernando, Pedro se casó en secreto ante el obispo de Guarda. Habían pasado nueve años desde la muerte de Constanza.

Enterado el rey de la boda secreta, entró en cólera pues veía peligrar los derechos de su nieto y veía ante sí la amenaza de la familia de los Fernández de Castro que podían hacer peligrar la independencia del reino portugués. Alfonso IV no lo pensó y tomó una drástica solución.

Fin de la dama, larga vida a la reina muerta
Asesinar a Inés era la solución. Tres caballeros leales al rey ejecutaron su voluntad en 1355. Pedro no soportó la situación y emprendió una lucha abierta contra su padre provocando duros enfrentamientos que durarían dos años, hasta la muerte del rey.

Una vez proclamado rey, Pedro hizo público su matrimonio con Inés y la proclamó reina de Portugal. Existe una leyenda que cuenta un truculento episodio según el cual, el rey Pedro hizo desenterrar a la recién nombrada reina para obligar a sus súbditos a rendirle pleitesía.

Este hecho no está probado. Lo que sí es cierto es, que a pesar de nombrar a Inés reina a título póstumo, mantuvo la legitimidad de su hijo Fernando quien a su muerte regiría el reino de Portugal. Así mismo, reconoció como infantes a los hijos de Inés.

El rey hizo esculpir un precioso sepulcro para su amada en el Monasterio de Santa María de Alcobaça. Hizo también colocar su futura tumba enfrente y no al lado de la de Inés como sería habitual. Quería que, tras el Juicio Final, al despertar, lo primero que viera fuera el rostro de su amada.

 Referencias 

dbe.rah.es/biografias/12807/ines-de-castro
www.biografiasyvidas.com/biografia/i/ines.htm
historiaybiografias.com/ines_pedro/

 Si quieres leer sobre ella 

Inés de Castro, María Pilar Queralt

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