Corazón puro, Teresa de Calcuta (1910-1997)



Entre las figuras destacadas del siglo XX podríamos incluir sin lugar a dudas a la Madre Teresa de Calcuta. Una pequeña mujer de origen albanés que renunció a todo para dedicarse a los más necesitados guiada por una profunda y sincera fe en Dios. Desde Calcuta, donde fundó su congregación e inició su trabajo con pobres, enfermos y desahuciados de la sociedad, la Madre Teresa expandió por el mundo una vida ejemplar: el trabajo y la dedicación al prójimo.

La pequeña flor albanesa
Agnes Gonxha Bojaxhiu nació el 26 de agosto de 1910 en Uskub, en el antiguo Imperio Otomano y en la actual república de Macedonia. Gonxha significaba algo así como “pequeña flor”. Era la hija pequeña de Nicola y Drane Bojanxiu, una pareja de origen albanés.

Cuando Agnes tenía 8 años su padre falleció repentinamente dejando a la familia en una situación económica precaria. A pesar de ello, su madre no dudó en dar una educación a sus hijos. Rodeada de una profunda fe católica, Agnes pronto se sentiría atraída por la vida religiosa.

Tras los pasos de Teresa de Lisieux
Con 12 años, Agnes tenía muy claro que su vida iba estar ligada a la religión pero fue al cumplir los 18 cuando sintió definitivamente la llamada de la fe. El 15 de agosto de 1928 resolvió que quería ser monja tras una de las muchas peregrinaciones a la capilla de la Virgen Negra de Letnice.

Aquel mismo año, Agnes viajó a Irlanda con la intención de aprender inglés. En la abadía de Loreto fue admitida como postulante. Su vida se había decidido para siempre. Ya no volvería a ver a su familia y su trayectoria vital se iba a centrar en los pobres de la India.

El 6 de enero de 1929, Agnes llegó a Calcuta. En Darjeeling inició su etapa como novicia. Dos años después, el 24 de mayo de 1931, Agnes hacía sus votos y se convertía en monja. En el Colegio de Santa María de Entally en Calcuta, Agnes escogió su nombre de religiosa. En honor a Teresa de Lisieux, la patrona de los misioneros, Agnes se haría llamar a partir de entonces Teresa.

La llamada dentro de la llamada
Convertida en la hermana Teresa, sus primeros años como monja los dedicó a la enseñanza de historia y geografía en el convento de Loreto del que llegaría a ser su directora. Durante todos esos años, Teresa no vivió ajena a la pobreza que se respiraba en las calles de Calcuta. Así, movida por un sentimiento de solidaridad hacia el prójimo, Teresa tuvo una visión mientras volvía de un retiro espiritual. Lo que ella describió como la “llamada dentro de la llamada” fue determinante para dedicarse en exclusiva a los más necesitados.

En 1949 había reunido a su alrededor un grupo de jóvenes dispuestas a seguirla en su misión de ayudar a los pobres más pobres. El 7 de octubre de 1950, aquella monja que había abandonado el hábito de las hermanas de Loreto para vestir un sari blanco con líneas azules, recibió la autorización del Vaticano para crear su propia congregación. Nacían las Misioneras de la Caridad, un grupo reducido de 13 mujeres, escasos recursos y excepcional fuerza de voluntad.

Dos años después se inauguraba el primer hogar para moribundos en Calcuta conocido como Kalighat, la casa del corazón puro. En Kalighat se daba refugio a aquellas personas desahuciadas por falta de medios y que deseaban poder morir en paz y con dignidad.

A Kalighat le seguirían otras fundaciones como el centro Shanti Nagar para leprosos, el Hogar del Niño del Inmaculado Corazón para los niños abandonados, centros médicos, hospicios y orfanatos.

La fama de la madre Teresa y de sus hijas de la caridad se fue extendiendo por todo el mundo y llamando la atención de personajes ricos e influyentes que no dudaron en aportar dinero a la causa de las misioneras. Décadas después, poco antes de su muerte, las Misioneras de la Caridad habían llegado a más de 100 países y habían creado más de 400 centros en todo el mundo.

Su vida de renuncia y arduo trabajo se apagó el 5 de septiembre de 1997. Era entonces una anciana de 87 que había sufrido en sus últimos años de vida la malaria, problemas de corazón y varios accidentes que le habían costado la rotura de costillas y clavícula. La Madre Teresa murió en Calcuta donde se le ofrecieron funerales de estado.

Del Nobel a la beatificación
La Madre Teresa de Calcuta recibió infinidad de premios y reconocimientos, entre ellos el Nobel de la Paz, en 1979. Tras declinar la asistencia al banquete y pedir que el premio fuera destinado a los pobres de la India, la Madre Teresa continuó trabajando por la paz y la erradicación de la pobreza en el mundo.

La obra de la Madre Teresa fue impulsada sin duda alguna por su profunda fe. Una fe que la llevó a crear una de las congregaciones religiosas más carismáticas del siglo XX y a provocar el aceleramiento en su proceso de beatificación.

Después de su muerte acaecida el 5 de septiembre de 1997, el Vaticano inició el proceso de beatificación dos años después sin esperar a los cinco años que marcaba el Derecho Canónico. El proceso culminó el 19 de octubre de 2003 cuando el Papa Juan Pablo II proclamó beata a la Madre Teresa de Calcuta, siendo su festividad el 5 de septiembre.

La Madre Teresa fue un gran ejemplo de amor al prójimo. A pesar de recibir también críticas a su obra, su legado, una de las pocas congregaciones creadas primero para mujeres (su sección masculina se fundaría en los años 60), fue de gran ayuda y consuelo para muchos desarrapados de la sociedad.

 Si quieres leer sobre ella

Ven, sé mi luz: Las cartas privadas de la santa de Calcuta, Teresa de Calcuta

Mi legado, Teresa de Calcuta



16 mujeres muy, muy importantes, Jordi Sierra y Violeta Monreal

Comentarios

  1. ¡Qué acertada tu elección, Sandra, al habernos traído la figura de Madre Teresa en las vísperas de la Navidad, ese momento del año que debería inspirar en todos nosotros sentimientos de amor, concordia, solidaridad,... humanidad en suma. La extraordinaria labor de esta mujer, pequeñita de tamaño y enorme de corazón, es el mejor símbolo que podías escoger, amiga, para expresar la quintaesencia de la bondad humana; ella supo llevar a la práctica la frase de Terencio: "Homo sum; nihil humani a me alienum puto", soy un hombre y nada de lo humano me es ajeno.
    Aprovecho para desearte una felices navidades y un venturoso año nuevo, Sandra, que fructifique en otras 181 magníficas entradas más.
    Mil biquiños, cara.

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